Wednesday, October 12, 2016

En tiempo de descuento

En mis 32 años de existencia, ningún año ha sido tan futbolero como éste. En la última fecha FIFA por ejemplo, el total de partidos superó los 75 en dos semanas. 75! Hemos tenido la oportunidad de ver partidos tan atractivos, apasionantes y casi tan fulminantes, que las emociones han estado al borde de enviarnos de fiesta a celebrar, o de clínica, especialmente cuando uno es hincha del Medellín.

Pero el fútbol sin goles, sea viendo un ballet como el Barcelona de Guardiola, o esa recocha que era el Manchester de Van Gaal, deja de ser una realidad y pasa a ser una intención. El fútbol está pensado para anotar, si no se logra, siempre va a quedar la sensación de que le faltó “algo” al partido; y los goles, así como las mujeres, son amores, y vaya si son amores. Chilenas, tiros libres, olímpicos, desde la mitad de la cancha, de rebotico, con la mano (de dios), de penal y hasta autogoles, son celebrados a radiar por las hinchadas que lo disfrutan como propios y condenados por las hinchadas que los sufren como propios.

Dentro de ese amplio menú y opciones de gol que tenemos, hay uno que, no es el más deseado, pero posiblemente sea el más celebrado…El gol en tiempo de descuento. Por muchos motivos el gol en tiempo de descuento, o rayando los 90 minutos, genera sensaciones prácticamente indescriptibles. “Es como un orgasmo” dirán los más atrevidos, pero en mi caso, y sin desconocer las maravillas orgásmicas, ni siquiera eso es comparable. Sino pregúntele a Maradona que sintió cuando Palermo, bajo un torrencial aguacero, a los 92+17 segundos, hizo el gol del 2-1 en un partido que, con el empate, prácticamente dejaba a Argentina afuera del mundial de Alemania .

En mi archivo personal, guardo tres de esos goles que, en el último suspiro y cuando todo parecía ya sentenciado, arrancaron gritos que aún hoy, puedo escuchar claramente en mi memoria.

El rugido del Tigre: En las Eliminatorias para ir a Brasil 2014, con Leonel, “El Putas”, dirigiendo desde la raya, Colombia jugaba contra Bolivia en La Paz, y después de haber picado en punta y de haber concedido el empate, lo que sufrimos como hinchas fue una avalancha boliviana, que a punta de ganas y de altura (la de La Paz) nos empataron y casi que nos tenían con el segundo listo. Pero el fútbol, dentro de su lógica ilógica, se nutre de momentos que no se pueden explicar. Minuto 92+37 segundos, contragolpe, pase filtrado de James a Dayro Moreno, me paro de la silla, quien la cede al Tigre Falcao que viene solo por la mitad, empuño la bandera, el resto… Preguntenle a Múnera Eastman “El Paisita” https://www.youtube.com/watch?v=SBocfKB3gnw
GOL HIJUEPUTA!... y a llorar.

Ray Vanegas ídolo: Los hinchas del Medellín nacimos para sufrir. Esa consigna más que una sentencia, parece que nos llenara el pecho, pero sobretodo, es un escudo protector para poder aguantar tandas de penales en semifinales de 22 disparos, 45 años sin títulos y goles a último minuto que nos roban campeonatos como en aquel fatídico 1993.

El 2012 no parecía ser la excepción. Diciembre 9, última fecha de los cuadrangulares finales y Medellín se jugaba la oportunidad de pasar a la final mientras al mismo tiempo en el Atanasio, Nacional buscaba el paso a la final frente a la Equidad. Si el Medellín ganaba, aseguraba el cupo, cualquier otro resultado, dejaba a Nacional con el tiquete a la final, siempre y cuando ganara su partido, y así fue. De manera fácil, Nacional ganó y solo quedaba esperar que terminara el partido entre Itagüi y Medellín en Ditaires que, con los 90 minutos ya cumplidos, mantenía el 0-0 irrompible.
Esa vez yo estaba en Santa Elena sin televisor, con un pequeño radio que, con interferencia, me servía de puente para saber que estaba pasando. Ya el partido en el Atanasio había terminado y en las casas y veredas vecinas se escuchaba la pólvora de celebración, aun cuando al partido en Ditaires le faltaban algunos segundos para terminar. El Medellín atacaba como podía, el goleador lesionado, miraba desde la grada como se escapaba la oportunidad de jugar la final; la gente en la tribuna y yo en Santa Elena, no podíamos hacer otra cosa que no fuera esperar que “El Milancito” anotara, de cualquier manera, pero que anotara, mientras en mi cabeza repetía una y otra vez, “Un segundo para un gol”, como me decía constantemente mi amigo Cachis, una vez mientras veíamos al Liverpool, por televisión, tratar de remontar un partido que estaba más embolatado que el ascenso del América.

Minuto 91+42 segundos. Tiro de esquina a favor del Rojo. Que suba hasta Castellanos a cabecear gritaba desesperado el comentarista mientras yo, de dedos cruzados imploraba al cielo que se nos hiciera el milagro. Recuerdo que estaba parado en la mitad de la sala, pegado al radio, de frente a la chimenea. Centro de Hernandez, cierro los ojos en un intento desesperado para escuchar mejor, cabezazo de Mena y en la raya Ray Vanegas mete el gol y nos da el paso a la final. Mientras en la radio la algarabía y felicidad era Roja, yo, de rodillas en la sala escuchaba el silencio de la pólvora, mojada, de los vecinos. ¡GOLAZO HIJUEPUTA, GOLAZO! Y a llorar

Cristian Camilo Marrugo “Acevedo”: Primera final en el estadio con mi hija de 6 años en ese entonces y quien desde el primer día en la cancha la tuvo clara. “El Medellín siempre hace gol en el último minuto”, fue el saludo de bienvenida que le dieron los amigos del estadio y la final se iba a encargar de mostrarle que sí, que con el Rojo si no se sufre, no es del Rojo.

Desde que llegó al DIM, el 17 es el dueño del balón y de la magia. Con él, todo es posible, sin él, nada vale la pena y en la más reciente final, contra Junior, esto iba a quedar sentenciado. Después de anotar el 1-0, y de aguantar hasta el final el resultado, el Junior tenía un tiro de esquina a los 92 minutos para empatar y dañarnos la fiesta. Hasta el arquero subió a cabecear buscando el anhelado empate, mientras en la tribuna, cogido de la mano con mi hija, trataba de aparentar tranquilidad, aunque por mi cabeza pensaba que, siendo el Medallo, hasta que no pitaran no había nada seguro. Centro corto, un rechazo, “sacála de ahí” alcanzo a gritar, le queda a un jugador contrario pero la pelota pica con efecto; “será que sí?”, pienso y agarro aún más fuerte la mano de mi hija (después del partido me dijo “Pa’, la próxima no me aprietes tan duro”); la coge Cabezas, “A Marrugo, dásela a Marrugo” grito desesperadamente y así fue. Contragolpe letal, campo abierto para el gol del título y la consagración, pero es el Medellín. No hay nadie en el arco y Cristian Camilo la lleva desde la mitad de la cancha hasta el arco, mientras expectante, no soy capaz de pronunciar palabra y sigo agarrado de la mano de mi hija. Minuto 92+20 segundos, gol del 17, gol del título, ¡este año SIX! Abrazo de gol con mi hija, felicidad plena, casi, ataque al corazón. https://www.youtube.com/watch?v=okCI7nsPnfE


El gol en tiempo de descuento nos enfrenta al temor del resultado adverso, pero nos recompensa con la oportunidad de dejar salir un grito contenido durante 90 minutos de fútbol. Es un bálsamo, un orgasmo, un desahogo y más, ¡mucho más!

Créalo Mompi

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