Thursday, October 27, 2016

Sir Leonel

Cuando Leo volvió al Rojo, muchos nos alegramos porque creemos que, con él, el equipo se llena de una mística maravillosa. En ese entonces, le dije a un amigo que, para mí, Leonel debería ser como nuestro Ferguson, dejarlo años y años. Sobre todo, después de demostrar dos veces, que acá él puede ser campeón.

Después del martes muchos pensamos que el ambiente estaba demasiado contaminado para que Leo siguiera y que era mejor un cambio de técnico. Hoy, sigo convencido de querer a “Sir Leo” por mucho más tiempo. 

La razón es simple: los procesos, desde su definición, se deben considerar de largo plazo para que tengan un largo alcance. Yo no quiero que el Medellín sea campeón cada 6 años, sino que la institución crezca y podamos hablar de un equipo de fútbol que además, tiene alto impacto no solo deportivo, sino que sea también un referente económico y cultural, y la única manera de lograr esto es mantener un equipo de trabajo que, si bien necesita retoques (la salida del señor Congote por ejemplo), debe mantener un crew base, la columna vertebral…igual que un equipo de fútbol; o piensan ustedes en un nuevo súper DIM sin David en el arco, Mosquera en la defensa, Marrugo en la mitad y Castro adelante?

La salida de Congote no la pido solamente por su polémica declaración de “No juegan sino 11. Si tenemos 30, imagínese, quedarían 19 para unos supuestos cambios”, sino porque inmediatamente después afirma que “Siempre los cambios se deben (de) dar acorde con lo que vaya saliendo”, lo que demuestra una clara falta de planeación; eso es lo como decir que, para que hacer goles si no vamos perdiendo. No me extraña que el fulano piense así, lo que sí me preocupa es que la junta directiva comparta esa misma idea, especialmente porque desde que llegó este nuevo equipo administrativo, han mostrado estar a la vanguardia en el manejo de un equipo tan grande como el Poderoso.

Por otro lado, en estos casos las responsabilidades son conjuntas y hay que reconocer que el DT se ha equivocado. Normal, pero en algunas situaciones es importante reconocer que nos equivocamos como punto de partida para cambiar lo que sea necesario. No digo que Leonel deba sentarse con nosotros los hinchas y hacer lo que queremos, pero se me ocurre que, con la plata que mandaron a Congote para argentina en busca de técnico (teniendo a Leo en el banco), mandemos a Leo para Europa en diciembre que acá no hay torneo y allá se sigue jugando, que mire partidos, que hable con técnicos, al fin y al cabo, no se puede exigir resultados si no se dan las herramientas para trabajar.

Tenemos un claro problema de definición, creamos las opciones, pero no la metemos. Eso no es mala suerte, es mala puntería y claridad. Así que contratemos un entrenador de 9s. Yo soy profe y creo que el principio de muchas cosas es la educación y la formación, por tanto, si hay una falla hay que ver si se está haciendo todo lo posible o no para corregirla desde la base. Contratar a un goleador es la respuesta inmediata pero una vez este se vaya, caso Cano, o se lesione, caso Castro, se evidenciará la falta de planeación, esa misma que creo es la razón para que el tal Congote salga de la institución.

Yo no sé de internas en el camerino, no conozco a ningún directivo y mucho menos a Leonel. Hablo desde la tribuna, desde el corazón y con esto voy a los jugadores. Es claro que el plantel es corto, pero si a eso le sumamos que en los que hay, algunos no merecen volver a usar “la sagrada” nunca jamás en sus vidas, la situación se vuelve mucho más crítica. En mi opinión personal, Valencia y Burbano merecen la liquidación de una vez; que salgan a unas inmerecidas vacaciones, pero que salgan ya. Acá volvemos a las responsabilidades del DT y en esta, Leo si tendría que reflexionar.

Por último, la hinchada. Uno no puede cantar “Y no me importan lo que digan mis amigos, que el rojo nunca ha ganado nada, lo llevo y lo digo con orgullo, Rojo es mi corazón, Medellín mi gran amor…” y estar precisamente, comparándose con el equipo de los amigos, o pidiendo la cabeza hasta del pobre Fidel, la mascota del Rojo. Vuelvo a la conversación con mi amigo quien me decía, “Como así men, ¿entonces la solución es acabar con todo y volver a empezar?” … medio ilógico ¿no?

Entiendo que las cosas se pudieron haber hecho de mejor manera, pero lo que debemos hacer es aprender de la experiencia. Hasta hoy, el 2016 sigue diciendo que somos los Campeones de Colombia y gateando, llegamos a 4tos de final de un torneo internacional; eso sin contar que seguimos líderes de la reclasificación y en carrera en el torneo local, lo cual no es poco teniendo en cuenta que podríamos ser Campeones de los dos torneos del año.

Llevamos dos años de proceso con resultados evidentes, un equipo económicamente sano, con crecimiento constante y competitivo nuevamente. El camino sigue, por tanto, si vamos en la dirección correcta, hagamos los ajustes necesarios, pero no tiremos todo por el barranco. Al fin y al cabo, el Rojo es un sentimiento, ¡no puede parar!

“…Hay una cosa que te puedo asegurar, que al poderoso no lo vamo´ a abandonar…”

Créalo Mompi

Wednesday, October 12, 2016

En tiempo de descuento

En mis 32 años de existencia, ningún año ha sido tan futbolero como éste. En la última fecha FIFA por ejemplo, el total de partidos superó los 75 en dos semanas. 75! Hemos tenido la oportunidad de ver partidos tan atractivos, apasionantes y casi tan fulminantes, que las emociones han estado al borde de enviarnos de fiesta a celebrar, o de clínica, especialmente cuando uno es hincha del Medellín.

Pero el fútbol sin goles, sea viendo un ballet como el Barcelona de Guardiola, o esa recocha que era el Manchester de Van Gaal, deja de ser una realidad y pasa a ser una intención. El fútbol está pensado para anotar, si no se logra, siempre va a quedar la sensación de que le faltó “algo” al partido; y los goles, así como las mujeres, son amores, y vaya si son amores. Chilenas, tiros libres, olímpicos, desde la mitad de la cancha, de rebotico, con la mano (de dios), de penal y hasta autogoles, son celebrados a radiar por las hinchadas que lo disfrutan como propios y condenados por las hinchadas que los sufren como propios.

Dentro de ese amplio menú y opciones de gol que tenemos, hay uno que, no es el más deseado, pero posiblemente sea el más celebrado…El gol en tiempo de descuento. Por muchos motivos el gol en tiempo de descuento, o rayando los 90 minutos, genera sensaciones prácticamente indescriptibles. “Es como un orgasmo” dirán los más atrevidos, pero en mi caso, y sin desconocer las maravillas orgásmicas, ni siquiera eso es comparable. Sino pregúntele a Maradona que sintió cuando Palermo, bajo un torrencial aguacero, a los 92+17 segundos, hizo el gol del 2-1 en un partido que, con el empate, prácticamente dejaba a Argentina afuera del mundial de Alemania .

En mi archivo personal, guardo tres de esos goles que, en el último suspiro y cuando todo parecía ya sentenciado, arrancaron gritos que aún hoy, puedo escuchar claramente en mi memoria.

El rugido del Tigre: En las Eliminatorias para ir a Brasil 2014, con Leonel, “El Putas”, dirigiendo desde la raya, Colombia jugaba contra Bolivia en La Paz, y después de haber picado en punta y de haber concedido el empate, lo que sufrimos como hinchas fue una avalancha boliviana, que a punta de ganas y de altura (la de La Paz) nos empataron y casi que nos tenían con el segundo listo. Pero el fútbol, dentro de su lógica ilógica, se nutre de momentos que no se pueden explicar. Minuto 92+37 segundos, contragolpe, pase filtrado de James a Dayro Moreno, me paro de la silla, quien la cede al Tigre Falcao que viene solo por la mitad, empuño la bandera, el resto… Preguntenle a Múnera Eastman “El Paisita” https://www.youtube.com/watch?v=SBocfKB3gnw
GOL HIJUEPUTA!... y a llorar.

Ray Vanegas ídolo: Los hinchas del Medellín nacimos para sufrir. Esa consigna más que una sentencia, parece que nos llenara el pecho, pero sobretodo, es un escudo protector para poder aguantar tandas de penales en semifinales de 22 disparos, 45 años sin títulos y goles a último minuto que nos roban campeonatos como en aquel fatídico 1993.

El 2012 no parecía ser la excepción. Diciembre 9, última fecha de los cuadrangulares finales y Medellín se jugaba la oportunidad de pasar a la final mientras al mismo tiempo en el Atanasio, Nacional buscaba el paso a la final frente a la Equidad. Si el Medellín ganaba, aseguraba el cupo, cualquier otro resultado, dejaba a Nacional con el tiquete a la final, siempre y cuando ganara su partido, y así fue. De manera fácil, Nacional ganó y solo quedaba esperar que terminara el partido entre Itagüi y Medellín en Ditaires que, con los 90 minutos ya cumplidos, mantenía el 0-0 irrompible.
Esa vez yo estaba en Santa Elena sin televisor, con un pequeño radio que, con interferencia, me servía de puente para saber que estaba pasando. Ya el partido en el Atanasio había terminado y en las casas y veredas vecinas se escuchaba la pólvora de celebración, aun cuando al partido en Ditaires le faltaban algunos segundos para terminar. El Medellín atacaba como podía, el goleador lesionado, miraba desde la grada como se escapaba la oportunidad de jugar la final; la gente en la tribuna y yo en Santa Elena, no podíamos hacer otra cosa que no fuera esperar que “El Milancito” anotara, de cualquier manera, pero que anotara, mientras en mi cabeza repetía una y otra vez, “Un segundo para un gol”, como me decía constantemente mi amigo Cachis, una vez mientras veíamos al Liverpool, por televisión, tratar de remontar un partido que estaba más embolatado que el ascenso del América.

Minuto 91+42 segundos. Tiro de esquina a favor del Rojo. Que suba hasta Castellanos a cabecear gritaba desesperado el comentarista mientras yo, de dedos cruzados imploraba al cielo que se nos hiciera el milagro. Recuerdo que estaba parado en la mitad de la sala, pegado al radio, de frente a la chimenea. Centro de Hernandez, cierro los ojos en un intento desesperado para escuchar mejor, cabezazo de Mena y en la raya Ray Vanegas mete el gol y nos da el paso a la final. Mientras en la radio la algarabía y felicidad era Roja, yo, de rodillas en la sala escuchaba el silencio de la pólvora, mojada, de los vecinos. ¡GOLAZO HIJUEPUTA, GOLAZO! Y a llorar

Cristian Camilo Marrugo “Acevedo”: Primera final en el estadio con mi hija de 6 años en ese entonces y quien desde el primer día en la cancha la tuvo clara. “El Medellín siempre hace gol en el último minuto”, fue el saludo de bienvenida que le dieron los amigos del estadio y la final se iba a encargar de mostrarle que sí, que con el Rojo si no se sufre, no es del Rojo.

Desde que llegó al DIM, el 17 es el dueño del balón y de la magia. Con él, todo es posible, sin él, nada vale la pena y en la más reciente final, contra Junior, esto iba a quedar sentenciado. Después de anotar el 1-0, y de aguantar hasta el final el resultado, el Junior tenía un tiro de esquina a los 92 minutos para empatar y dañarnos la fiesta. Hasta el arquero subió a cabecear buscando el anhelado empate, mientras en la tribuna, cogido de la mano con mi hija, trataba de aparentar tranquilidad, aunque por mi cabeza pensaba que, siendo el Medallo, hasta que no pitaran no había nada seguro. Centro corto, un rechazo, “sacála de ahí” alcanzo a gritar, le queda a un jugador contrario pero la pelota pica con efecto; “será que sí?”, pienso y agarro aún más fuerte la mano de mi hija (después del partido me dijo “Pa’, la próxima no me aprietes tan duro”); la coge Cabezas, “A Marrugo, dásela a Marrugo” grito desesperadamente y así fue. Contragolpe letal, campo abierto para el gol del título y la consagración, pero es el Medellín. No hay nadie en el arco y Cristian Camilo la lleva desde la mitad de la cancha hasta el arco, mientras expectante, no soy capaz de pronunciar palabra y sigo agarrado de la mano de mi hija. Minuto 92+20 segundos, gol del 17, gol del título, ¡este año SIX! Abrazo de gol con mi hija, felicidad plena, casi, ataque al corazón. https://www.youtube.com/watch?v=okCI7nsPnfE


El gol en tiempo de descuento nos enfrenta al temor del resultado adverso, pero nos recompensa con la oportunidad de dejar salir un grito contenido durante 90 minutos de fútbol. Es un bálsamo, un orgasmo, un desahogo y más, ¡mucho más!

Créalo Mompi