Monday, April 15, 2013

Cuando la familia está enferma…



Cuando alguien en nuestra familia se enferma, no salimos a la calle a decir barbaridades del o de la misma. Cuando al tío borracho le duele el hígado de todo el licor que se ha bebido en la vida, no salimos a decir que bien se lo merece. Cuando el hermano se quiebra el pie por andar encaramado en los árboles, no le echamos la culpa, así la tenga. Cuando la mamá se queja de las manos que le duelen de tanto lavar, cocinar y abrir la nevera, todo al mismo tiempo, no le decimos que eso le pasa por no pensar, no. Porque la familia, la familia siempre apoya, siempre está ahí. No importa si cada 8 días vemos al tío borracho, siempre tratamos de llevarlo a la casa, no lo dejamos tirado en el camino, porque sabemos que la enfermedad de él, es también, la enfermedad nuestra. Cuando vemos al hermano encaramado en el árbol, no lo hacemos caer, ni le cortamos las ramas, no, nosotros nos quedamos pendientes siempre, porque si vuelve a caer, hay que ayudar a levantarlo, porque eso hace la familia, ayuda en los momentos más difíciles, en la derrota, en la mala racha.
Cuando vemos a la mamá, a la cucha, quejándose, no nos hacemos los indiferentes, no le damos la espalda, no la culpamos. Por el contrario, nos hacemos matar por ella, deseamos con ansias que sea a nosotros que nos duelan las manos, la sobamos, le hacemos el oficio, la llevamos al doctor, la apoyamos, siempre, porque esa es la familia.
El hincha, el de verdad, es así, apoya, SIEMPRE. No importa la mala racha, las culpas, las caídas, las quebraduras, las dolencias, ni las borracheras en algunos casos. Porque eso somos, familia, una familia de extraños, hijos de un mismo papá y una misma mamá. 100 años siendo familia no se pueden tirar al traste por una campaña. Es verdad, nadie quiere pasar un solo día en la B, el flagelo del descenso y la promoción nos agobia, nos persigue como si nunca mereciéramos salir de él. Pero por eso somos familia, porque cada vez que nos vemos, nos renovamos en la fe, porque cada 8 días sin importar que pasa, renace la esperanza, creemos sin duda que hasta ese día llega el calvario, que después de esos 90 minutos todo será mejor, y aún, cuando no lo es, seguimos firmes, apoyando, en familia.
Porque si ante cada enfermedad, quebradura o dolor abandonamos a los nuestros, somos unos parías, unos huérfanos y lo peor, con merecimiento.